Libros con alma

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Ni las mujeres son de Venus ni los hombres de Marte



EL MONO DESNUDO de Desmond Morris (un estudio del animal humano). 


El último libro que me he leído, trata sobre la tesis de un zoólogo que estudia nuestra conducta animal como si fuéramos una colonia de chimpancés refinados. Que en cierta parte reconozco que es lo que somos. 

Nos habla desde los comienzos, de cuando éramos capaces de divertirnos tan sólo cascando piedras o llevándonos una uva a la boca. 

Aunque muchos de los temas que trata son muy obvios y ya, en cierta manera, es material trillado, puedes llegar a comprender las grandes diferencias biológicas y culturales entre hombres y mujeres hoy día. 

Muchas veces te preguntas por qué la mujer tiene esa gran capacidad de organizar o de atender, por qué tienen esa sensibilidad especial o por qué existe esa rivalidad y recelo entre ellas. A menudo nos referimos a que las mujeres son un tanto malévolas con ellas mismas y que el hombre es un simplón que se conforma con tener la tripa llena. 

En la era antigua éramos seres polígamos, nómadas de la tierra. La caza estaba sin desarrollar y permanecíamos siempre en grupos pero casi siempre sin explorar nuevas zonas. Nos alimentábamos de frutas y vegetales y el horno pirolítico hubiese sido no sólo un descubrimiento si no una aberración. A partir de este punto empezaron las grandes diferencias. Debido a que los integrantes del grupo tenían una corta esperanza de vida y que las hembras eran como pavos rellenos en el día de acción de gracias, por la cantidad ingente de niños que tenían dentro, fueron los hombres los que empezaron a cooperar para cazar en grupo. Por eso fue necesario crear lazos afectivos para que el macho que fuese a cazar, a veces largas distancias, pudiera estar tranquilo sin la incertidumbre de que al volver alguien hubiese ocupado su lugar. Esa evolución fomentó la monogamia. Pero también alteró nuestros caracteres. El hombre cazaba en grupo, surgiendo así un sentimiento de hermandad, mientras que las mujeres se dedicaban a cuidar de sus hijos y a todas las labores de limpieza y cocina. Ese modo de vida para ellas, en cierto modo estresante, quedó plasmado hasta los tiempos modernos. Me imagino a esas mujeres casi siempre encinta, teniéndose que ocupar de las tareas menos gratificantes. Los roces con sus compañeras seguro que eran continuos. Las envidias, recelo, la invasión del espacio de cada una… mientras tanto el hombre exploraba y cazaba como si fuera un deporte promoviendo el alma del grupo. 

Por eso hoy día no es de extrañar los comportamientos tan diferentes entre féminas y varones. No hace falta ir muy lejos para saber el papel que ha desempeñado la mujer hasta hace un par de décadas. Por suerte eso está cambiando y los roles se comparten y a veces se cambian. 

Pero el hombre sigue con la necesidad de evadirse del núcleo familiar para recrear el alma de grupo, surca los bares para evadirse del regio control se sus parejas. Son más prácticos normalmente, y más primitivos en ciertos aspectos, sobre todo en tema del sexo y la caza se ha sustituido por el trabajo. Pero no hemos abandonado lo que hemos cosechado durante miles de años. Mientras tanto, las mujeres tienen esa capacidad de observar más aguda, tienen un concepto del orden diferente y habitualmente más desarrollado, pero esa capacidad también la usan para desmembrar a sus rivales, metafóricamente hablando o no. Cuando dos mujeres se encuentran, se hacen un examen mutuo y profundo de: la ropa que lleva cada una, de los éxitos de la una o de la otra, de los kilos de más que pueden sobrellevar. Se podría decir que tienen poderes extrasensoriales. Después de despedirse acaloradamente, en cuanto se dan la vuelta se ponen a caldo sin embargo el hombre es más sencillo y es feliz siempre que la tripa la tenga llena, ya lo comenté antes. 

De ahí esa falta de entendimiento. Mientras el hombre está tranquilamente reposando en el sofá, se siente agobiado ante el asedio de preguntas de la mujer. Ella exige comprensión, cariño, diálogo… él una cerveza fría. 

Por eso tiene que pasar otros miles de años para que la comprensión entre ambos sea acorde y equilibrada. Tal vez cuando eso ocurra se habrá extinguido el planeta.



Por Israel Esteban

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