Libros con alma

Tengo que contarte tantas cosas..., historias aterradoras, relatos cortos, distopías, y todo lo que quieras imaginar. ¿Te apuntas a este viaje?

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Recuerdos de Europa, Crossbooking y tú


He sido partícipe de las lluvias de este estío disfrazado de tormenta y hojarasca; y cuando miro al cielo ya es tarde, es de noche porque se esconde pronto el sol.

      Septiembre asoma desde junio con insolencia pero no me importa. Lejos queda la época de confinamiento que me hizo concebir tres libros que guardo en el cajón y que protejo como un dragón de tres cabezas. No es el momento de que vean la luz.

     De nuevo estoy aquí asimilando un viaje tan denso como el escarpado mural de la iglesia de Teatinos en Múnich. He envasado al vacío los cientos de recuerdos que he ido almacenando para que no caduquen y pueda extraerlos y rumiarlos con la parsimonia de una oveja.

      Conservo en una carpeta virtual las dos mil fotografías que no pienso subir a Facebook, para preservar la retina ajena de los vivos colores y de las sonrisas en almíbar que esconden un trasfondo de tristeza que tan solo yo puedo ver. He vuelto al mundo real, a la soledad más absoluta a la que no le tengo miedo porque ha sido elegida por mí; jamás impuesta.

     Caminé por donde una vez lo hizo Hitler, acaricié los agujeros de las balas que salpican los edificios de casi toda Europa mientras pensaba en lo que dejaba atrás. Me adentré en Auswitch: allí nadie se ríe. Solo ves rostros serios y el cabello, amontonado por toneladas, llena las rústicas habitaciones con un único mensaje: el de no olvidar. Esos zapatos, esos rizos oscuros podrían haber sido los tuyos pero cuando pienso en eso, recuerdo cómo de azules eran tus ojos negros. 
  
      No obstante he tenido tiempo para leer, porque siempre se encuentra un momento para hacerlo. Esta vez me acompañó “Cumbres Borrascosas” de Emily Brontë y tan pronto como lo terminé lo abandoné a su suerte para que con ello se iniciase una cadena. Lo llaman crossbooking. Fue justo en Milán, en la plaza del Duomo donde abandoné el libro. Con las tapas dobladas, y repleto de billetes de tren y de metro, y con una breve inscripción en la primera página. Espero que fluya y que algún día alguien me contacte para decirme lo mucho o lo poco que le ha gustado el libro de esa chica llamada Emily.


      Me despido para pensar porque hace tiempo que no tengo sueño, los estertores de los habituales inquilinos de los hostels han quebrado mis biorritmos y me costará como dos años restablecer el sistema. 

Israel Esteban

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