20 de junio de 2013
Hoy me han
levantado pronto, el desayuno se sirve a la hora de siempre y nunca llego
tarde. Simplemente porque me gusta tomarme mi tiempo para elegir un buen sitio
y poder repasar los cubiertos, habitualmente manoseados, -vete a saber por
quién- con la servilleta. Esto está plagado de turistas todo el año. La
temperatura del “hotel” es la habitual. Desde luego el dueño se tiene que estar
forrando ya que el noventa por ciento de las plazas suelen estar aseguradas.
Siempre hay gente que entra y muy poca que sale, debe ser por el buen ambiente
que se respira aquí.
Por lo menos nunca
estoy solo, he entablado amistad con tres hombres. Al principio dos de ellos, españoles,
no paraban de preguntarme cosas para sacarme información sobre el paradero de
mis hijos, pero yo no pienso contarles nada. Por eso prefiero al que queda, el
africano. Él sólo se limita a mirarme en silencio; me mira cuando piensa que no
me doy cuenta, ya que no le gusta encontrarse con mis ojos. Eso me gusta; eso
es respeto, no hay lugar a dudas.
Voy paseándome
por las instalaciones con mi pulsera de todo incluido, soy un cliente
importante y tienen orden de que nadie me moleste. Disfruto de la lectura y de
los comics que me trae algún que otro familiar, quedan pocos que se atrevan a
tratar conmigo. Mucho de lo que soy se lo debo a las fuerzas armadas. Estar en
Bosnia me cambió radicalmente, tal vez por eso me manejo con especial soltura
en situaciones de conflicto. Frío, calculador, son adjetivos que me adjudican
pero no les culpo por ello.
La mayoría del
tiempo lo ocupo en escribir, estoy seguro que cuando publique un libro con mis
memorias será un éxito. Cuando me canso de escribir sobre mí dedico un par de
folios para desarrollar el género epistolar. Escribir cartas a la que fue mi
mujer me tranquiliza, me sirve de terapia. No entiendo por qué no quiere verme
en los juicios, ni porqué se atreve a presentarse en sociedad con vestidos de color
fucsia -propios para actividades de esparcimiento-, lo considero un acto contra el buen
gusto. El estilo sobrio es mi estilo y odio las extravagancias.
Mi abogado, un
buen hombre, se preocupa mucho por mí. Me da instrucciones muy claras para que en
los test muestren algo que no soy, siendo así, en caso de que puedan imputarme
el delito, me rebajarían la pena. Pero yo no quiero que me traten como a un
perturbado, ya que hago pleno uso de mis facultades mentales.
Son las veinte
horas, nos dan de cenar a la hora prevista. Esto es lo que más me gusta de
aquí, son gente seria.
Día 21 de junio de 2013
Hoy me han
citado para comparecer en el juicio. Han aparecido, para mi sorpresa, muchos
testigos que aseguran conocerme. Les preguntaban que si me veían buen padre y
otras chorradas. Alguno se ha sentido incomodado por mi mirada, me recuerdan al
africano. Me han llamado la atención en varias ocasiones pero no puedo evitar
clavarles la mirada, y mi interés es tal que no me permito pestañear de forma
lógica, por eso no lo hago. Soy humano y luego por las noches sufro las
consecuencias de tener los ojos resecos. No pasa nada, para algo se inventó el
colirio.
Extracto del diario de José Bretón desde el
centro penitenciario.
Nota: Este texto es puramente literario y forma parte de la
fantasía del autor. Cualquier semejanza con la realidad es mera coincidencia.
este señor o mejor dicho este monstruo no se merece la vida, se merece la muerte, en casos tan evidentes como este de que el ha sido el asesino de sus hijos, debería existir la pena de muerte. no entiendo como ha podido cometer este crimen con sus hijos, con unos niños que tienen derecho a vivir. si le viera en persona le escupiría entre otras muchas cosas mas. Le deseo lo peor, ojalá lo maten en la cárcel pero que sufra. Este tipo de personas no deberían tener ningún derecho.