La melancolía, según el diccionario, es "la tendencia que tiene una persona a la
tristeza permanente". No confundir con nostalgia que es "pena de verse ausente de la patria o de los deudos o amigos". Eso es lo que dice un diccionario
virtual que encontré por Internet, pero si recurro a la RAE, melancolía es "tristeza vaga, profunda, sosegada y permanente, nacida de causas
físicas o morales, que hace que no encuentre quien la padece gusto ni diversión
en nada".
Está muy bien
expresado; yo añadiría que puede ser puntual o transitoria sin necesidad de
tener una tendencia imperecedera hacia ese estado. Puede que el ser humano al
vivir grandes periodos de felicidad absoluto caiga en la melancolía para
desmarcarse, por un breve período de tiempo, de la aparente, o no, felicidad
del momento presente. No conozco a nadie que sea plenamente feliz durante las
veinticuatros horas del día.
Con esta introducción sólo quiero reflexionar sobre la mutabilidad de las personas. Algunos caminan erguidos sin dificultad como
trapecistas, por la línea imaginaria de un electroencefalograma plano. No
tiemblan, no arriesgan, por eso es poco probable que se desvanezcan por alguno
de los lados; ya que bajo la línea blanca aguarda la negrura de lo desconocido,
y lo desconocido da miedo.
Por otra parte otros viajan metidos en un
coche; trascurren por una carretera curvilínea y adelantan cuando no hay
visibilidad; y hunden el pie en el acelerador cuando suben por una pendiente
pronunciada, sin importarles qué habrá en el otro lado.
Esto son sólo dos
formas de afrontar la vida, dos formas radicales y contrarias. Pero encontrar
el equilibrio es lo que yo, como terapeuta de supermercado que soy, os
aconsejo.
Luego tenemos que
añadir más factores, como el carácter del individuo, la educación escolar, lo
que has mamado en casa de tus padres cuando eras un muchacho, las experiencias
traumáticas o no que hayas podido tener, trastornos como el del sueño o la
fotofobia, etc. No podemos olvidarnos de los agentes externos; que son personas
o situaciones que te tocan los cojones a dos manos con la maestría aséptica de
un urólogo o, para que las féminas se sientan más identificadas, ginecólogo.
Podría extenderme más
sobre las características individuales de los seres, pero resulta que se acerca
la hora de la cena y el hambre apremia. Por eso concluiré pronto. Es muy
probable que a Borges, escribiendo la poesía de los dones, le ocurriera lo
mismo, ya que pudo parar de forma consciente; a sabiendas de que podría haber
seguido hasta el infinito.
Ahora quiero poneros
en una nueva situación. Imaginaros ahora que juntamos a dos seres de forma
aleatoria. No, no, más complicado aún; dos seres de diferentes sexos. Pues es
muy probable que la fase de acoplamiento requiera ayuda divina o tecnología de
origen extraterrestre. Podría ser el fin de Occidente. Pero no desesperéis, con
el tiempo y el aprendizaje y, algunos, con clases particulares, llegaréis a
encontrar el equilibrio en ese caos de sensaciones maravillosas o decepcionantes.
Os quiere, vuestro terapeuta de supermercado.
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Gracias y hasta pronto.
vaya foto ! :))
Has dejado meridianamente claro lo que entendemos por melancolía pero, ¿Cual es la diferencia entre melancolía y nostalgia?.
Me ha gustado tu artículo y hará que relea a Borges.
Un saludo, Andrés.
Gracias Andrés. Pues creo que en el primer párrafo hago una referencia clara al respecto. Te adjunto resumen:
Melancolía: tendencia que tiene una persona a la tristeza permanente. Tristeza vaga, profunda, sosegada y permanente, nacida de causas físicas o morales, que hace que no encuentre quien la padece gusto ni diversión en nada.
Nostalgia: pena de verse ausente de la patria o de los deudos o amigos. Echar de menos a alguien, echar de menos algo…
Saludos