Me gustaría que lo hubierais
visto en sus mejores momentos… La nuez de su cuello siempre me recordó a la de
Superman; me refiero al verdadero, a Christopher Reeve.
De todos los recuerdos que
conservo solo afloran a mi memoria los de mi niñez. Cuando aún lo veía como a
superhéroe, cuando todo lo que decía era sagrado. Lugares extraviados en la
memoria donde yo era su más fiel discípulo y él mi único Dios. Me refiero a una
época remota, mucho antes de que aparecieran las primeras desavenencias;
derivadas, no digo que no, de ese cambio hormonal que viene de la mano de la
adolescencia. El camino hacia la supuesta libertad, la lucha por la
autoafirmación.
Y ahora, sostengo la mano
templada de mi padre y me resulta muy duro ver que ya está con un pie en el
otro mundo. Pero no, no quiero dejarlo marchar. Todavía no.
Ahora cierro los ojos muy fuerte
y me veo de nuevo en mi primer día de colegio, se quedó ahí de pie y esperó a
que cruzara la carretera… Yo estaba aterrado, pero él se quedó ahí para decirme
que no me preocupase, que él estaba ahí para detener el mundo si hiciera falta.
De repente me encuentro en otro
lugar, ya han pasado unos cuantos años. Los dos enfrente del espejo; siempre
recordaré aquel día donde la espuma del afeitado primerizo manchaba los cristales.
Mi primer afeitado, momento de intimidad solo compartido por un padre y un
hijo. Momento que a su vez viviré con mi propio hijo, y que éste vivirá con el
suyo y así hasta el final de los tiempos.
FIN
De esta historia ha nacido este cortometraje, que ya puedes ver pulsando en la imagen que sigue. Crear en varias líneas es muy interesante como podréis ver.
Óleo de Andreas Englund
Bueno, ya lo has visto. ¿Te ha parecido triste? Si ahora te apetece ver algo con un toque de humor puedes ver nuestro último trabajo: The Barber.
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Puedes leer aquí mi última novela:
Catorce años de silencio (novela año 2015): en digital o en papel.
La muñeca que vio la luz del sol (libro de relatos año 2012): en digital o en papel.
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