Desde
el desconcertante y aparente infinito del espacio exterior, una fuerza oscura
se aproxima…
Se nutre de violencia, de voces rotas y
amplificadas, de esas que profanan siestas de niños, de malditos duendes. Se
nutre de almas podridas, de guitarras eléctricas, de diabólicas baterías y de baquetas
huesudas de cementerios perdidos.
Desde
la Tierra, seis integrantes de un grupo de heavy metal gritan al cielo en mitad
de un concierto. Ordenan a sus adeptos, a sus corderos, que rujan bien fuerte
para que su ente oscuro conquiste su mundo; el decibelio al rojo vivo acelera
la llegada.
Ya
es inevitable, un ángel endemoniado de dimensiones colosales acaricia con su
pelo a satélites de cartón. Con su dentuda y afilada sonrisa posa para la
posteridad.
Algo
tan fantástico, queda enturbiado por un vulgar toque terrenal; ya que un
Belcebú con vaqueros de pitillo, camiseta naranja, hincando una gran bandera
británica en la corteza terrestre, no es plato de buen gusto.
Israel
Esteban
10 de octubre de 2011